¿Qué nos dice?
- Alvaro
- marzo 20, 2021

¿Qué nos dice este momento? ¿Qué preguntas encontramos en cada uno o una? ¿Qué respuestas creemos tener? ¿Cuáles dudas aún quedan pendientes y sin respuestas? ¿Cuánto toleraremos esas dudas e incertidumbre que es momento nos impone? ¿A cuáles certezas nos quedamos aferrados? ¿Cuál es la tendencia automática de la cabeza, de nuestro comportamiento, a la hora de accionar?
Quizás sea un momento para hacernos preguntas y buscar las respuestas que se puedan tener, pero también siendo conscientes de que muchas de ellas no vendrán. ¿Seremos, acaso, capaces de soportar la incertidumbre de esas no repuestas? ¿O acaso nuestros hábitos nos llevarán a negar, quizás, esto que nos sucede, o a encontrar respuestas ya conocidas? ¿Nos animaremos a hacer algo diferente, ya no como individuo, si no como especie?
Estos días me encuentra reflexionando primero desde lo individual, desde mi mismo, desde mis propios y más profundos miedos. Busqué una calma, al principio sin encontrarla, para poder llegar a estas primeras palabras. Atravesando esos miedos, mi respuesta inmediata me llevaba a las formas y comportamientos que ya conozco, o que me son familiares, de mi mismo: evitación (de diferentes formas y colores), intelectualización (razonando para salir de esas emociones), casi negación (eso no me va a pasar a mi ni a ninguno de los seres humanos cercanos).
Hasta que llegué a este momento en donde encontré, sin saber como (aunque me huele a una profunda aceptación), cierta calma, y así fueron apareciendo nuevas preguntas, sensaciones y me encontré escuchando nuevos sonidos.
El primer sonido fue, al levantarme, un “sin sonido”. Paradójico, pero muchas veces nos pasa que, ante la ausencia, reconocemos la presencia de algo que estuvo siempre ahí. Cualidad muy humana, ésta.
Sigo. El primer no sonido fue, a lo cerca o lejos, que los automóviles se habían silenciado. Me asombro no escuchar autos, ni siquiera a la lejanía. ¡Y qué acostumbrado estaba a esos sonidos que ni me daba cuenta de que ahí estaban permanentemente! Con asombro me di cuenta de la existencia de esos sonidos tan habituales. Mi habito de levantarme, cambiarme, tomar el café, levantar a mis hijos, acomodarme para el día que vendría, a la agenda, a la velocidad, me llevaba a no escucharlos.
Sacado a la fuerza de mi hábito, en y por ausencia de sonidos, fue quizás lo primero que llamo la atención el día de hoy, primer día de cuarentena nacional obligatoria en Argentina.
Esto me llevó a otras preguntas, quizás nuevas para mi:
Un mundo parado ¿Hace cuanto que el mundo venia pidiendo que nos detuviéramos para escuchar lo que no escuchamos? Primero, seguramente, a nosotros mismos, a nuestros miedos, reflexiones y emociones que quizás no distingamos fácilmente en el cotidiano y automático accionar. Nuestro alrededor nos es, en estos estados, ausente. Ausente de otros. Hay como un “todo yo” y lo que nos pasa a cada uno. El otro sale de nuestro registro inmediato, incluso hasta el mediato, y queda solo, y quizás, para registrarlo en la lejanía.
Un mundo parado ¿Un mundo parado?
Y me pregunto: ¿Cuáles costos, quizás positivos, en términos ecológicos, tendrá esta pandemia? ¿Cómo se beneficiarán nuestros bosques? ¿Cómo nuestra capa de ozono? ¿Cuánto nuestros glaciares? ¿Cuánto nuestros polos? ¿Cuánto significará para el planeta, 1 mes del ser humano “parado”?
Por momentos pienso que no hemos podido escuchar muchas posibles señales que nos decían que “paremos”, que recuperemos algo de lo que se está, paulatinamente, viniendo irrecuperable, tanto en nuestro ecosistema, como en nuestras sociedades, tanto las macros como las micros, tanta desconexión con uno mismo, como con otros, como con todo lo que nos rodea…
Pienso que quizás nos paró “el virus”. La naturaleza, sabemos, se las ha ingeniado por millones de años de volver a equilibrar lo que se desequilibra. Y parece que, si nosotros somos el componente desequilibrante, quizás se las agarre en algún momento con nosotros, “la especie dominante”.
Y no es tan así, “la naturaleza” en impersonal. Quizás nosotros mismos nos encargamos de equilibrar las fuerzas (así como nos encargamos de desequilibrarlas) ¿No es, acaso, una suerte de nuestra propia creación este (y tantos otros) virus? ¿No son nuestras desigualdades creadas/estimuladas/potenciadas mucho de lo que promueve estas apariciones? ¿No son nuestras acciones, experimentaciones, las que quizás colaboraron para que estemos donde estamos? ¿No será que nosotros mismos nos estamos encargando, hasta no darnos cuenta, de hacer lo posible para que un equilibrio retorne, aunque duela, joda, moleste? ¿Será quizás la única forma de tomar consciencia, de darnos cuenta de qué estamos haciendo para aportar a nuestra propia extinción o subsistencia?
No busco, insisto, respuestas. Estoy más en busca de preguntas, que en la búsqueda de respuestas. Quizás las preguntas que nos faltan son las que nos den caminos posibles, diferentes, que nos lleven a lugares y resultados distintos a los que hemos obtenidos hasta hoy. Es quizás imperioso encontrar estos nuevos caminos y respuestas.
Pero eso si, salir atolondradamente quizás nos deje donde estamos (es la que sabemos hacer, a toda velocidad, siento “super eficientes” y “efectivos”). Volver a una suerte de calma, que permita la reflexión, primero sobre cada uno, sobre lo que atravesamos, lo que nos pasa, los miedos, las alegrías, los odios y enojos, las tristezas, los amores y desamores, para después quizás dirigir nuestra atención afuera, a otros, a las necesidades de estos otros, seres humanos y no humanos, al entorno que nos rodea, captar sus propias necesidades y, ante eso, accionar y ponernos al servicio de construir algo nuevo, juntos.